MUNDO DEPORTIVO
El Getafe se encontró con la horma de su zapato en El Sadar, pues Osasuna propuso un duelo basado en la intensidad y la presión, casi un calco del plan de choque que suele aplicar Bordalás para desnaturalizar a sus rivales. El enfrentamiento entre dos equipos de estilos similares desembocó en un juego plomizo y discontinuo, con ambos equipos abusando del juego directo.
Las faltas constantes, los balones divididos, las imprecisiones y las disputas cuerpo a cuerpo convirtieron el terreno de juego en un campo de minas en el que apenas pudo florecer alguna acción técnica destacable en el primer tiempo, especialmente desde la desafortunada lesión de Cardona a los ocho minutos de partido. El delantero catalán fue un torbellino incontenible para Damián y Nyom, incapaces de echarle al lazo lo poco que estuvo sobre el terreno de juego. Su lesión secó a Osasuna, incapaz de volver a amenazar a Soria en el primer tiempo.
Ante esa tesitura, las aproximaciones más peligrosas llegaron casi siempre en acciones a balón parado, suerte que dominan ambos equipos y que explica por qué están donde están. Pero ni por esas se pudo deshacer el empate, con los zagueros imponiéndose casi siempre a los atacantes, ofuscados en El Sadar.
El paso del partido cambió en la reanudación porque Getafe y Osasuna salieron con la misión de dar más continuidad a sus ataques A medida que transcurrían los minutos y la fatiga se acumulaba en las piernas de los futbolistas, los espacios empezaron a aparecer en el centro del campo al mismo tiempo que los contragolpes ganaban protagonismo. La ocasión más clara fue para los rojillos, pero Soria sacó un gran pie para evitar el gol de Arnaiz (64). Todo pudo cambiar en el 82, pero el colegiado anuló un gol en propia de Chema por una discutible falta de Arnaiz al central, que se metió una vaselina desde 30 metros.
La mala puntería de unos y otros y la solidez de las zagas convirtió el duelo en un combate nulo.
