LONDRES (EFE) – Liverpool es el primer club en la historia de las cinco ligas grandes de Europa que logra 61 puntos de los primeros 21 partidos de una temporada.
Coincidían sobre el césped de Londres dos formas de concebir el fútbol. La alegría de Klopp con la irritabilidad de Mourinho. La suerte de uno es la desgracia del otro y la victoria del Liverpool (0-1) condenó al Tottenham Hotspur en una tarde de contrastes en la capital inglesa.
El alemán, Klopp, puede permitirse un disparo al palo de Oxlade-Chamberlain en los primeros minutos y una salvada bajo palos del joven Japhet Tanganga. No necesita con desesperación que la pelota vaya dentro, lo contrario a Mourinho, que sabía que un disparo rodeado de jugadores desde la frontal era oro para su equipo. Escaso, necesario y muy valioso.
Por eso, cuando un centro no llegaba por centímetros a la cabeza de Firmino, Klopp se giraba a su banco, acortaba distancias con sus dedos y torcía el gesto esbozando una sonrisa. “Por qué poquito”, parecía decir con una ironía casi increíble.
Cuando Harry Winks perdía una pelota en el medio. Mourinho saltaba como un resorte, se ponía de cuclillas y aleccionaba a los suyos. Tan pronto está diciéndole a Davinson que dé un paso al frente a gritos como se enfunda las manos en su largo abrigo y se pone a pasear por el área técnica, siempre vigilado por el cuarto árbitro, quien no le pierde ojo.
Cuando Firmino controló como los dioses y fusiló a Paulo Gazzaniga para hacer el primero, el portugués volvió a meter sus manos en los bolsillos y se quedó mirando a su defensor impasible. Algún defensor de los ‘Spurs’ no quería mirar al banquillo por temor a que los ojos de Mou estuvieran puestos en él.
El Tottenham careció de reacción para empatar. Porque desde aquel disparo embarullado desde la frontal, el bagaje ofensivo del Tottenham fue como el humor de Mourinho: tibio y en ocasiones desafortunado. Son y Winks pudieron empatar, pero sus goles cantados se quedaron afónicos.
Mourinho, de forma irónica, se clavó de rodillas en el suelo y se rió cuando la pelota de Winks en el 82, cantada como gol por el estadio, lamió el palo.
Ahora Klopp se marcha con otra victoria, una diferencia de 16 puntos con el Leicester City, y, sobre todo, otra alegría. Mourinho se va octavo, a nueve puntos de la Liga de Campeones y con la sensación de que su efecto rompedor en Londres parece haber quedado atrás.