La consagración del Rey con Los Angeles Lakers no hace más que ratificar que su lugar está bien arriba en el Olimpo de gigantes, no sólo por lo maravilloso que es adentro de la cancha, sino por un legado que rompe todo tipo de fronteras. Fuente: NBA Argentina
La pandemia convirtió la celebración de Los Angeles Lakers en una de las más extrañas que se recuerdan, aunque más allá de la anécdota lo que queda es la tremenda huella de este equipo, claro dominador de la Conferencia Oeste en la burbuja de reinicio y definitivamente el mejor equipo de la temporada, algo que para LeBron no estaba del todo claro.
El “Gigante” manifestó, recién llegado a los Lakers que: “Mi expectativa es tratar de mejorar cada día. No es que espero algo, porque uno trabaja para lo que quiere“. Julio de 2018 no será un mes más para la rica historia de Los Angeles Lakers. En ese momento, el gran dominador de la última década, con ocho Finales consecutivas sobre sus hombros en dos equipos diferentes, tomaba la decisión de sumarse a una de las organizaciones más icónicas de la liga.
Ese LeBron de 2018 no fue el mismo que, en su presentación en Miami, prometió “no uno, no dos, no tres, no cuatro…” en relación a anillos. Ese LeBron, por supuesto, fue otro. Y es que no sólo era (y es) otro jugador, evolucionado y mejorado hasta la máxima potencia, sino que también era (y es) otra persona. Lógica absoluta, ya que todo ser humano suele madurar con el correr de los años.
Y ayer fue eso un ícono inmenso, y tras el partido marcó bien en claro lo que buscaron durante todo este año: “Este título significa mucho para mí, representar a esta franquicia significa mucho. Formar parte de esta franquicia histórica es un sentimiento increíble para todos los que estamos aquí”, se arrancó el 23 con el trofeo en la mano. “Solo queremos el respeto que nos merecemos. Rob quiere el suyo, el entrenador, la franquicia y yo, yo también quiero mi respeto”.
“Voy a dejar que vosotros habléis de ello. Yo me seguiré comprometiendo con el juego, con el equipo y mis compañeros”, advirtió James al ser preguntado por su huella en la NBA. “Nunca me he perdido un partido en mi trayectoria, y lo mejor que puedes hacer para tus compañeros es estar disponible. Espero haber enorgullecido a mis amigos, familia, compañeros y aficionados”.
LeBron James es campeón con los Lakers y el significado es inmenso. No sólo porque agiganta un historia que, desde lo numérico, lo tiene (o lo tendrá) al frente de casi todas las estadísticas y registros individuales posibles en Playoffs y en Finales. Tampoco por ser el tercero (junto a Danny Green) en ganar campeonatos con tres equipos diferentes, y el primero de la historia en ser MVP de Finales con tres camisetas distintas. Este anillo es la certificación definitiva (si es que lo necesitaba) de su leyenda.
Para LeBron, la burbuja, la temporada y el anillo siempre estuvieron a la sombra de algo más grande, efectivamente. “Todos queremos ver mejores días, y debemos continuar empujando contra las injusticias y a favor del voto, contra todo lo que es lo contrario al amor”, comentó James, que agradeció la tarea de Adam Silver, la NBA y la NBPA para montar el tinglado en el Walt Disney Resort en medio de un mar de incertidumbre por la COVID-19 y las protestas raciales. “Si podemos hacerlo, Estados Unidos será un país que podremos amar mejor todos”.